No tienes nada en tu carrito, baby
En Puerto Rico, muchos de nosotros conocemos lo que es el Chupacabras. Estuvo aterrorizándonos por varios meses, o hasta años y si recuerdan bien, no era una criatura bonita. Desde entonces he tenido la gran oportunidad de conocer a varias otras criaturas de su misma familia: el Chupacabras, el Chupatetas, el Chupabollo y, más recientemente, el Chupadedos.
Conocí al Chupadedos hace unos cuantos años e instantáneamente sentí una fuerte atracción hacia él. En en ese momento ambos teníamos pareja, así que solo fuimos amigos (el tipo de amigo del que casualmente siempre te acuerdas cuando estas en la bañera sola, ustedes saben).
Pasan unos cuantos años y de repente nos encontramos los dos solteros. Así que hago lo que toda mujer con clase haría: me emborracho hasta no poder más, saco el celular y con un ojo cerrado le envío un mensaje de texto a las 12am preguntándole si se quiere tomar algo. Y él, como buen pana, llega. Nos tomamos varios tragos, tuvimos una muy buena conversación de la que ninguno nos acordamos y decidimos seguir tomando en su casa. Todas sabemos lo que significa “seguir tomando en su casa” así que de camino hacia allá iba haciendo el “cross-check” completo en mi mente: ¿Me afeité? Sí, está todo limpio y listo para el aterrizaje. ¿Tengo panties lindos? Son unos nuevos de lace, ¡perfecto!. ¿Tengo chicle por si acaso? Creo que tengo unas mentitas por ahí. ¿Mis pies están decentes? Puta madre, no me hice el pedicure y eso debe estar que raspa como lija. Bueno, seguramente no me a tocar mucho esa área, pensé.
Llegamos a su casa y en menos de cinco minutos ya habían camisas, panties y hasta medias volando. Con un empujoncito caigo en la cama y eso da comienzo a mi peor pesadilla. El Chupadedos me agarra un pie y en lo que a mí me parecieron como treinta minutos en cámara lenta, vi cómo se iba acercando mi dedo gordo a su boca, mientras al fondo veía la misma cara de felicidad de un gordito metiéndose una dona de Krispy Kreme. En ese momento todo mi cuerpo se congeló. Anda pal carajo, este tipo se va a chupar mi dedo. El que parece una croqueta (Ah, con razón. Yo tampoco podría negar una. ¡Enfócate!), el que no tiene pedicure y el que acaba de sacar de unos zapatos cerrados con los que llevo TODO el día. Dios mío, ¿y si apesta? ¿Se lo quito o voy a arruinar su momento con el dedo? Ni modo, ya se lo metió a la boca y hasta ahora no ha tenido ninguna reacción así que déjalo ahí un rato a ver.
Sentí que pasaron como treinta minutos más de pura agonía hasta que finalmente terminó el romance. Pero la agonía no terminó ahí. Ahora su boca, la que acababa de hacerle un blow job a mi dedo, se acercaba a la mía. No me jodas. Está bien que tú te quieras chupar un dedo pero ¿ahora yo también lo tengo que probar? ¡Me cago en diez, lo que hago por un pene!
Gracias a Dios no sabía a nada y pudimos proceder a mejores cosas, cosas donde las extremidades de mi cuerpo no tenían rol de protagonista. Luego de una buena sesión de cardio, nos despedimos y me monté en un Uber. Diablo, me chuparon el dedo sin pedicure. Jajaja, que cojones.
Y bueno, ahí lo tienen, ese fue el día en el que tuve mi primer encuentro con el Chupadedos, una criatura muy dedicada. A partir de esa noche aprendí que no importa qué tipo de Chupa sea – Chupatetas, Chupacara o Chupadedos – ellos lo que quieren es chupar; sea una teta caída, una cara llena de base o hasta un dedo sin pedicure, ¡así que déjate llevar y que te chupen todita!
¿No tienes ningún "Chupa" en tu vida? Tenemos algunos juguetitos para ti aquí