Yo también salí con un modelito de Amnesia

capela love

Cuando era chamaquita, traté de ser modelo. Muchas lo hicimos. Era una época de múltiples personalidades donde unas veces era surferita de Ocean Park embatunada en baby oil escuchando a Bob Marley, en otras era modelo wanabí, de esas que pagaba por el shooting para participar en la Cara de Imagen y ser parte de la agencia de modelaje Amnesia. Pero en realidad con mis mahones Bongo solo tenía break de anunciar el próximo curso de Refiné en el show de las 12. 

Y en ese viaje superficial, salí con un modelito. Pero no un modelito cualquiera, según mi viaje era un top model boricua, de esos que modelaban para diseñadores locales, salían en revistas y aparecían en los especiales de verano de No te Duermas. 

Entonces, esa fiera sensual que salía montao en un jet ski en el programa más popular de la TV puertorriqueña, me invitó a salir. Lo que me hizo sentir que yo era la jeva de las jevas porque, imagínate, este macho tenía a todas las nenas detrás, ¡pero era yo, la de los Bongo jeans, era la que le gustaba!

Caminábamos agarraditos de mano y lo paseaba como trofeo… durante el trapo de semana que estuvimos saliendo. 

Y una semana fue más que suficiente. Es más, fue mucho tiempo. 

Este tipo que iradiaba tanta belleza y sexualidd, besaba malo con cojones y no sabía nada de la vida… solo sabía con lujo de detalle chismes de la farándula de Puerto Rico. 

Una vez me dijo que me tenía un regalo, y era nada más y nada menos que una foto de él modelando. Pero lo que verdaderamente colmó la copa fue la noche que tuvimos una cena romántica en Fudrockers y el tipo pidió una loncherita de niños porque estaba a dieta.

Cool, me chupé todo el drama de las agencias de modelaje puertorriqueñas, los chismes de los celebrities del patio, la charrería de cambiarse sus nombres por apodos como Adonis, Akira o Malik… pero papo, si yo no hago dieta, tú tampoco. Hasta ahí llegamos. ¡Menos cuando el maniquí ese tenía menos porciento grasa en su cuerpo que la leche de mi café!

Lo cabrón es que estoy segura que pidió la loncherita, no porque estaba a dieta, sino porque en las pasarelas no le pagaban con cash, sino por intercambio de ropa o productos de belleza. Y si tenía la suerte de que le pagaran, eran como $150. Y, hello, la Isla Bendita no es Milán; si caminaba en dos pasarelas al año, era mucho.  

Y así fue como me alejé a 200 millas en un jet ski del modelito de Amnesia. En mi próxima vida mejor me paseo como trofeo a cualquier jevo que haya ganado en A Toda Máquina. 

PS: si fuiste uno de los niños que sacaste primero la bicicleta de la casa de juguetes de María Chuzema, Inbox.






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