No tienes nada en tu carrito, baby
Desde niña, he estado bien conectada con mi sexualidad. Maybe algunos piensan que era un petardito o flojita de piernas, pero sencillamente comencé a explorar mi cuerpo desde temprana edad.
Me masturbo desde los 10 años. Siempre he tenido un líbido bien saludable y constante (fiya, fiya!). A través de toda mi juventud y adultez, he tenido que bregar con mi OCD, mi ansiedad y mi depresión, haciendo de la masturbación mi método de relajación y empoderamiento.
Me convertí en una treintona y con eso, vino la necesidad de medicarme con antidepresivos y ansiolíticos. En español, Prozac.
Y ahí se jodió to’.
Nunca me advirtieron que afectaría mi deseo sexual y ahí tuve que batallar con otra frustración.
Mi odisea comenzó cuando intenté despertar mi líbido. Y digo odisea porque cuando uno quiere que su cuerpo responda, prende un vibrador por 30 minutos y tu clítoris no siente nada, lo es.
30 putos minutos. Así pasé de querer intentarlo, a estar casi un año entero sin masturbarme ni sentir deseo sexual por nadie. La pornografía favorita tampoco me paraba ni un pelo.
¿Querer conocer a alguien? Nope. Me aterraba no poder funcionar sexualmente.
Entonces comencé a leer relatos de otras mujeres y hombres pasando por esta misma situación. Me di cuenta que somos muchos los que estamos bregando con estos efectos secundarios de los que nunca te hablan— efectos que pueden matar hasta tus relaciones sentimentales. No había respuesta con esperanzas ni soluciones que no fuera dejar los medicamentos.
O sea, tienes que trabajar con tu salud mental y te tomas la Prozac para controlar la ansiedad y depresión pero por otro lado, asesinas a tu líbido a sangre fría. Eso frustra y también enferma.
No sé si fue mi determinación, pero con mucha mucha paciencia, comencé a buscar mi líbido nuevamente. Los orgasmos venían casi una hora después de mucho trabajo intentando masturbarme. La lubricación tardaba muchísimo en ocurrir. ¡Imagínate tú! Luego decidí incorporar un vibrador clitoral que hizo mi vida sexual un poco más fácil y placentera.
Todavía mi líbido no es el mismo y me da miedo que nunca vuelva a ser como antes. Han pasado 3 años y la lucha continúa.
De este tema no se habla. Las enfermedades mentales siguen siendo un estigma y tabú, casi como el sexo.
Mi salud mental es tan importante como mi salud sexual. Mi orgasmo es tan importante como mi café. Me amo.
Hola:
No puedo expresar el nivel de gratitud que siento luego de leer tu testimonio, que, por cierto, es una mirada paralela a mi experiencia utilizando SSRI’s. Siempre he tenido un apetito sexual voraz, de hecho, siento que es algo que, en parte, me ha definido toda la vida. Cuando empecé mi tratamiento con Prozac el impacto fue inmediato. Me cogió desprevenida y no me reconocía. Mi relación sufrió mucho esos primeros meses. Me sentía como algo dañado y me resentía. Dejé mi tratamiento y tanto mi libido como mi depresión volvieron. Cuando me levanté de un episodio maniaco de 6hrs decidí retomar el tratamiento, esta vez con una dosis más leve de Lexapro (mi tratamiento actual). Al principio no sentí nada de apetito sexual, pero con el tiempo y la ayuda y apoyo incondicional de mi pareja empecé a tener orgasmos, lentamente y con menos frecuencia que antes, pero los tuve. Comencé a repensar la manera en la que sentía y me daba placer. Aunque a veces se me hace difícil reconciliar el hecho de que por la recuperación de mi salud mental, perdí mi energía sexual, no me arrepiento de mi decisión. He aprendido nuevas maneras de conocerme e interactuar con mi cuerpa. Estoy en un camino de recuperación para poder sobrevivir esta vida y sé que mi cuerpa me va a cuidar y me va a dar mucho cariño. Va a tomar más tiempo, muchos juguetes y paciencia (tanto de mí como de mi pareja) y eso está bien. Nuevamente, te agradezco por compartir este testimonio y no hacerme sentir tan sola e incomprendida. La representación importa y lo estás logrando con este foro. Te deseo mucho éxito y creatividad en tu cometido.